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26 octubre, 2011

Participación y placebo



por Santiago de Molina — Miércoles, 19 de octubre de 2011



A diario, miles de llamadas de teléfono solicitan nuestra participación en encuestas de calidad. Cuestionarios impresos o electrónicos se preocupan por nuestro nivel de satisfacción sobre los artículos que gastamos. La publicidad se desvive por ofrecernos productos hechos a nuestra medida y para ello elabora costosas consultas a sus ciudadanos-consumidores.

Vivimos en una época en que por primera vez es posible participar global e indirectamente en las decisiones de las grandes compañías. De alguna manera somos los “microaccionistas” de miles de empresas que buscan agradarnos, como lo haría un niño con un adulto del que espera conseguir una golosina, es decir, la compra de sus mercancías.

Y sin embargo, ahí se encuentra, simultáneamente, una de las mayores falacias de nuestro tiempo. En un mundo en que todo se consulta con el usuario, ninguna encuesta, ninguna solicitud de participación es desinteresada. Nada es gratuito. Cada una de esas miles de preguntas se preocupan por aumentar las ventas de productos de limpieza, seguros de hogar y galletas de fibra.

La solicitud de participación por tanto no es un regalo aunque se presente envuelto como tal, puesto que cualquiera de los participantes trata de obtener beneficios por medio de ella. Que dichos beneficios dejen o no de ser exclusivamente económicos es lo que permite hablar de participación fuera del ámbito puramente comercial.

Hablar de participación en arquitectura, y pretender librarla de su condición de placebo tal vez sea una de los mayores retos que cualquier proceso de este tipo está obligado a superar. La pregunta, ¿Qué obtiene la otra parte?, flota como una nube de sospecha en cada intento de acercamiento entre usuarios y gestores.

El clima de desconfianza por parte del ciudadano viene dado porque es bien sabido que habitualmente las encuestas no producen un cambio de dirección en la trayectoria de un organismo. La consulta sumerge todo en una salsa estadística que elimina los matices porque trata de bucear en lo global borrando y aniquilando la diferencia. Si el proceso de la participación descarta los incómodos pero ricos extremos de las campanas de gauss que marcan lo personal, se convierten en un potaje que no atiende objetivo que no sea el de aumentar el número de ventas y no la felicidad del ciudadano.

Y sin embargo, ¿qué sacan los otros?, ¿por qué iba un gestor de la ciudad a embarcarse en un proceso incierto y costoso?.

En los años setenta, la participación en arquitectura se empleó desde la óptica de una pura necesidad económica (1). Los usuarios cuando habían colaborado eran capaces de invertir y contribuir, incluso en lo económico, en el mantenimiento de las viviendas. Bastaba con que se contara con ellos a niveles de responsabilidad adecuados. De este modo los proyectos resultaban viables y los usuarios mantenían el control auténtico de su inversión. También podría decirse que el clima sociopolítico de aquel entonces apoyaba esas interacciones. Giancarlo Di Carlo dejó dicho de esa temperatura social volcada en el espacio público de finales de los años sesenta: “en realidad la arquitectura se volvió demasiado importante como para dejarla en manos de los arquitectos”.(2)
Indudablemente la consulta a los ciudadanos ha asumido desde entonces una función política. Pero no exclusivamente. “En el caso de planificar `para´ la gente el acto recordará para siempre que tiene un origen autoritario y represivo por muy liberales que fueran las intenciones de inicio. En el caso de planificar `con´ la gente, el acto se vuelve liberador y democrático, estimulando una participación múltiple y continua. Esto no solo dota al proyecto de auténtica legitimidad política, sino que la hace resistente al desgaste y el uso en circunstancias adversas”(3).

El beneficio para los órganos gestores estaba en el puro cumplimiento de sus promesas electorales o de sus ideologías, (que seguramente esperaban verse traducidas en un aumento del número de votos al finalizar el proceso). Por su parte los ciudadanos sentían de utilidad su aportación a la construcción de la ciudad y, por qué no, también a su propio hogar o credo político.

Desde el punto de vista sociológico otro de los beneficios que se ha barajado con estos procesos ha sido el de la integración de comunidades en barrios consolidados o el de generar vínculos entre los miembros de una comunidad. Un conjunto de vecinos que toma partido en el desarrollo de su entorno urbano no solo lo mantiene mejor sino que obtiene un sentimiento de pertenencia y se refuerzan sus lazos. Es decir, al organismo gestor del mantenimiento, las inversiones le resulta de menor coste a medio plazo, aunque por el contrario, el arranque de los procesos siempre resulta más pausado que lo deseable en una promoción de la que se espera obtener rentabilidades económicas inmediatas a ultranza.

Si hemos visto de un modo somero cuales son los beneficios mutuos que los procesos de participación acarrean, también es cierto que muchos de ellos pueden a veces camuflar un sistema de participación falso. La participación conlleva intrínsecamente que no todas las opiniones puedan ser tenidas en consideración o que tengan consecuencias en el diseño, lo cual no legitima que la participación pueda ser convocada persiguiendo un estado de apaciguamiento bovino fruto de la manipulación. Es decir, para su éxito debe asumirse por ambas partes un grado de frustración razonable producto del honesto conflicto entre posturas inevitablemente encontradas. Por un lado, que la participación pueda llegar a convertirse en un placebo, por otra, que la llegada de las conclusiones no se produzca en los plazos o las formas deseadas. Sherry Arnstein gradúa estos desequilibrios de la participación por medio de la imagen de una “escalera de la participación”, que sitúa en su parte superior el control pleno del ciudadano y en el inferior la pura manipulación.(4)
Es evidente que hoy se dan simultáneamente muchas de las motivaciones anteriores para el resurgir de la participación que estamos viviendo, sin embargo algo ha evolucionado respecto a ellas. Hoy las iniciativas no provienen mayoritariamente desde las instituciones, sino que cada vez más son las propias comunidades las encargadas de dar comienzo a procesos de participación de los que esperan obtener apoyo para su desarrollo. Los nuevos modos de convocatoria en red, el placer lúdico contenido en la participación y el creciente grado de madurez democrática de los ciudadanos exige reciprocidad a las instituciones que gestionan la ciudad.

Sin embargo el mayor beneficio que pueda obtener un ciudadano respecto a los procesos de participación, como decía el teórico de la participación, John Turner, quizás siga siendo el hecho de que es infinitamente mas fácil soportar los errores de diseño en el propio hogar si son responsabilidad de uno mismo que si son por culpa de otro (5).

Santiago de Molina

arquitecto y docente madrileño hace convivir la divulgación y enseñanza de la arquitectura, el trabajo en su oficina y el blog Múltiples estrategias de arquitectura

Notas:

(1) TURNER, John F.C., Housing by people: Towars autonomy in building environments, London, New York, Marion Boyars, 1991

(2) DE CARLO, Giancarlo, “Architecture´s public”, en Giancarlo di Carlo, Oxford, Butterworth, 1992, Ahora en AAVV. Architecture and Participation, Taylor and Francis, London and New York, 2009, pp. 13.

(3) Ibidem, pp. 15.

(4) ARNSTEIN, Sherry R. “A Ladder of Citizen Participation,” JAIP, Vol. 35, No. 4, July 1969.( http://www2.eastwestcenter.org/environment/CBFM/2_Arnstein.pdf)

(5) Op. Cit, TURNER, John F.C.

20 octubre, 2011

Técnicas básicas para el diseño de leyes.

Basado en el libro "Redacción legislativa" de Miguel López Ruiz

Mecánica de redacción.

1. Elaborar una lista con los puntos principales y las ideas que se van a incorporar.
2. Someter esta lista a un orden, fijando el grado de importancia para cada una de ellas.
3. Determinar cuál es la oración principal que debe de ir en cada párrafo, luego jerarquizar las ideas siguientes con el propósito de dejarlas como subordinadas.
4. Iniciar el proceso de ordenación anotando las ideas de la manera con la que usted considera que deben de ser planeadas. No siempre la idea principal deberá de ir en el primer párrafo. Se recomienda hacer un guión enumerando cada uno de los párrafos y cada una de las ideas para que de esta manera se facilite la identificación tipográfica y su organización en un nuevo texto.
5. Debe de incorporarse con claridad el planteamiento general, inferir del mismo el desarrollo de los puntos particulares y terminar con una conclusión o cierre final de la idea.


Cualidades de la redacción legislativa.

La claridad, la unidad y la precisión son necesarias son rasgos importantes en una norma jurídica ya que son normas de carácter imperativo, en las que por su misma índole, el valor y el sentido de la norma no se explican ni se ilustran con aclaraciones.

Claridad. Se deben emplear la palabra propia y necesaria en la elaboración de la norma, evitar las sinonimias y equívocos; debe cuidarse la correcta colocación de las diversas partes de la oración.

Precisión. Se debe cuidar que los términos empleados en la redacción sean exactos.

Concisión. Significa economía en palabras. No incluir reiteraciones, explicaciones o fundamentos.
Unidad. Requiere de establecer los conceptos de la norma en un orden jerárquico de tal manera que el concepto principal domine y de coherencia a los demás.


Un regla por artículo.

Es recomendable no establecer más de una regla por artículo para que le de independencia al texto y pueda ser comprendido por unidad en toda su dimensión.

Caracteres comunes de las normas.

Imperativo-Coercitivo. Impone una acción o abstención.
Facultativo-permisivo. El acto no es necesario sino que libremente se puede hacer u omitir.
Condicional. Expresa una condición o requisito para que la existencia de otro.
Declaratorio. Define una calidad o un derecho sin contener mandamiento en específico.
Definitorio. Fija con claridad y precisión el significado de una palabra o expresión utilizada en una norma.
Descriptivos. Se da cabal idea respecto una cosa.
Procedimental. Describe el método de ejecutar algunas cosas de tracto sucesivo.
De normación futura. Se prohíbe u ordena emanar leyes provistas de cierto contenido.
Remisivo. O de reenvío. Indican otro lugar del mismo ordenamiento u otro ordenamiento distinto en el que se tratará el punto tratado.
Idioma español. Evitar expresiones en idiomas extranjeros y palabras no contempladas en el diccionario.


Estilo de la norma.

Debe de ser conciso. Debe de quedar claro el propósito de la disposición; a quién se dirige ésta y; la descripción de la conducta.


Idioma español.

No se deben de utilizar términos extranjeros, evitar el uso generalizado de palabras nuevas que no estén en los diccionarios.

Léxico jurídico y técnico.

Emplearlos en el sentido preciso. Procurar la uniformidad de la terminología empleada en las diversas leyes, a menos que se le dé un sentido específico en una ley determinada.

Sentido positivo o negativo.

Las normas pueden ser redactadas en sentido positivo o negativo.


El tiempo del verbo.

En una norma se emplea el tiempo presente y futuro. El verbo que indica el mandato debe ser en futuro. El uso del tiempo en presente le da a la norma un sentido de aspiración ideal.
Los sujetos pasivos y activos. Debe redactarse de tal forma que resulten claramente identificados los sujetos activos y pasivos. Para esto es muy útil el uso correcto de la forma imperativa. Se debe evitar la forma pasiva de los verbos cuando de su empleo no resulte claro el agente o el destinatario a quien se refiere la disposición.


Definiciones.

Se aconseja al principio de la ley establecer en un artículo con diversas fracciones, los conceptos esenciales, las voces técnicas, aquéllos conceptos con una connotación específica, las formas abreviadas y los términos que se utilizarán con frecuencia dentro del texto legal.


Enunciados carentes de significado normativo.

Deben evitarse recomendaciones, expresiones de deseo, motivaciones, previsiones, auspicios y similares.


Excepciones.

Excepciones, modificaciones y limitaciones, si no son necesarias más vale no ponerlas.
Explicaciones innecesarias. No se debe incluir en el texto legal las razones que propiciaron su expedición.


Repetición de términos.

Se tiene que repetir un término aunque estuviera mencionada en el artículo anterior en virtud de que cada norma , párrafo o artículo es independiente.


Uniformidad terminológica.

Cuando se aluda o mencione un concepto debe de usarse de una manera uniforme.


Términos absolutos.
Por lo general son innecesarios pues en la ley debe prevalecer lo absoluto.


Conceptos negativos.

En el caso penal los conceptos de este tipo no se usan pues los hechos negativos no son objeto de prueba.


Lo singular y lo plural.

Se aconseja redactar leyes en singular pues los singular contiene a lo plural.


Etcétera.

No se debe utilizar pues “etcétera” significa lo demás, algo que no está determinado lo cual viola el principio de legalidad.


Enumeraciones.

Se pueden hacer por medio de fracciones o incisos. Pueden tener carácter taxativo, acumulativo, ejemplificativo (muy raro) o alternativo.


Unidades temáticas.

En caso de las enumeraciones, cuando varias reglas secundarias respondan a unidades temáticas diferentes, se deberán dividir en fracciones independientes.
Atributos comunes. Para evitar repeticiones inútiles se usa esta técnica legislativa para agrupar varios atributes comunes a conceptos distintos.


Remisiones o reenvíos.

Su fin es simplificar un texto legal. Se deben de evitar en lo posible. Pueden referirse a preceptos de una misma ley, a normas de otra ley, incluso a gráficas, tablas etcétera. En las leyes no se reproducirán los preceptos de la misma ley, ni de la Constitución, o de otras normas vigentes. Lo técnicamente correcto consiste en remitir al lector al precepto donde se configura por primera vez la regla para evitar redundancias. Esto implica tener cuidado con las reformas y sus efectos espejo.

18 octubre, 2011

Verbo. Voz activa y voz pasiva.

Fuente: http://roble.pntic.mec.es/msanto1/lengua/verbo.htm

· Voz activa: Es la normal, en la que el sujeto realiza la acción del verbo.

El médico opera a mi primo hoy.

· Voz pasiva: Se forma con el verbo SER + PARTICIPIO y en ella el sujeto no realiza la acción sino que la recibe.

Mi primo será operado hoy por el médico.

El orden del discurso - Michel Foucault

El Orden Del Discurso